domingo, 8 de abril de 2018

Como cambiamos la verdad y la belleza por la comodidad y el placer

Una periodista, bastante boba, ha descubierto que cuando te expatrías pierdes casi el 100% de los amigos ¡Surprise! Pues claro. Estamos en una época en la que la comodidad y el placer están por encima de otros valores ¿No te habías dado cuenta? Este tipo de cambio en los valores sociales ya lo vislumbró A. Huxley en su novela Un mundo feliz.

Extracto de Un mundo feliz de A. Huxley:

"Nuestro Ford (se refiere aquí el autor a Henry Ford, el industrial automovilístico de Detroit) hizo por su propia cuenta una enormidad para modificar el énfasis de la verdad y la belleza hacia la comodidad y la felicidad. La producción masiva exigía ese cambio. La felicidad universal mantiene las ruedas girando constantemente; la belleza y la verdad no pueden.Y, por supuesto, cuando llegó a ocurrir que las masas tomaban poder político, entonces era la felicidad lo que contaba y no lo la belleza y la verdad. Sin embargo, pese a todo, la investigación científica aún era permitida. Las personas aún seguían hablando de la belleza y la verdad como si fueran bienes soberanos. Hasta el tiempo de la Guerra de los Nueve Años. Eso hizo que cambiaran de tono completamente. ¿De que sirven la belleza o la verdad o el conocimiento cuando las bombas de anthrax están brotando por todas partes? En ese momento la ciencia empezó a ser controlada por primera vez... Las personas estaban listas hasta para que les controlaran sus apetitos. Todo por una vida tranquila. Hemos seguido controlando las cosas desde entonces. No fue muy bueno para la verdad, por supuesto. Pero ha sido muy bueno para la felicidad. Uno no puede tener algo gratis. La felicidad se debe de pagar".

Una amiga que ha conocido muuuucha gente me dijo el otro día: la única persona a la que siento que le debo algo es a mi abuelita. A mi amiga la criarón su abuela y su abuelo. El padre nunca se ocupó y la madre se marchó con otro hombre dejándola al cuidado de sus abuelos. El abuelo se murió hace poco pero su abuela sigue viviendo en el lugar de siempre, en un pueblito en las faldas del Imbabura.

Se le debe algo a alguien que te ha cuidado y que ha creado un hogar, un territorio, un espacio al que volver. Un territorio donde siempre habrá un plato para ti y donde no sobres. Estoy seguro que su abuelita y su abuelo supieron crear ese espacio en donde se pertenece y no se sobra.

Sospecho que el haber sido despojados de un territorio, de un espacio al que pertenecer y en el que se encuentran las personas que han sido importantes en tu niñez y juventud forma parte de ese desposeimiento al que se ven abocado los consumidores de confort y placer.

Cuando era adolescente vi en una revista una fotografía que me irritó profundamente. Era un chico más o menos de mi edad en un sofa, con unos cascos Phillips, creo, y un platito con pastas de chocolate, disfrutando del sonido de alta fidelidad. La cara de comodidad y placer eran irritantes. La fotografía no nos mostraba a alguien activo tocando un instrumento, en compañía de otros músicos, nos mostraba a un consumidor satisfecho, solo, en su sofá, con los cascos, aislado del mundo. De un mundo que por no interactuar con él no le pertenecía. Por eso se le debe a una abuela, por cuidarte y porque interactúa con ese pueblo, con esa chacra, con esos árboles y cultivos. Una tierra provee de alimentos, da cobijo, da comunidad y arraigo.
El Imbabura. Foto: Jaime Giménez
Quizás, por haber tenido unos abuelos así, mi amiga tiene una sensibilidad por la verdad y la belleza.

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