jueves, 25 de enero de 2018

Los traumas piden sus símbolos

El mal, las malas experiencias se quedan grabadas en fuego en nuestra memoria. Es como si, nuestro ancestral cerebro de rata, porque ahora sabemos que los mamíferos procedemos de una especie de rata nocturna que vivía en la era de los dinosaurios, mantuviese vivos esos recuerdos para prepararnos y no permitir que nos volvamos a exponer a algo semejante. Una familiar nuestra, que había perdido a su marido durante la guerra civil española, fusilado por los fascistas, cuando su cerebro estaba ya devorado por el alzheimer y no recordaba ni a sus hijas, era mencionarle el nombre de otro medio familiar que había delatado el paradero de su marido a los falangistas y ella empezaba a hilar recuerdos de esa época uno tras otro: las neuronas del odio fueron las últimas en morir.

Hoy sabemos que las malas experiencias dejan su huella en nuestro ADN y que los traumas en la niñez aumentan hasta cuatro veces la probabilidad de trastornos mentales, en las personas que lo sufren y también esta probabilidad se mantiene en su descendencia.

El genocidio indígena, una herida abierta en América

En Europa algo de genocidios conocemos, pero no a la escala de lo que ocurrió aquí. En Europa, el sistema feudal se basaba en los derechos de una aristocracia de origen germánica, en España los nobles procedían de los Visigodos, en Inglaterra de los Bretones franceses, que a su vez eran los descendientes de Vikingos asentados en la costa occidental de Francia, los nobles franceses del pueblo Franco que había impuesto su derecho de sangre sobre la población local galoromana. Esta imposición militar se plasmó en un sistema de leyes para la aristocracia y otro para el pueblo. Los religiosos, herederos directos de la organización imperial romana, tenían su propio sistema de leyes por el que se regían. La revolución de Cronwell, la revolución francesa y las Cortes de Cádiz se produjeron para dotar a los estados de un código de leyes único. En la India, cuando los pueblos que dominaban el hierro invadieron el subcontinente establecieron un sistema de castas, en donde los habitantes originales, los Dalit, quedaron subyugados como la casta inferior hasta nuestros días. La constitución India abolió el sistema de castas pero en la práctica, en las zonas rurales, sigue siendo un pilar de la sociedad india. La situación en América es similar. La constitución garantiza la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, pero la realidad nos muestra que ser "indio" en América es una situación de discriminación. Existe una diferencia racial frente al mestizo o al criollo que en Europa no se ha dado con tanta fuerza. Y cuando escribo estas lineas pienso con pena en la situación de los emigrantes musulmanes en Europa y creo que debería de tragarme mis palabras.
Fachada de una de las puertas del monasterio del Carmen Bajo (intersección calle Venezuela con Manabí) Quito, Ecuador. Símbolos de poder occidentales tallados por manos indígenas.
Geolocalización: -0.218199, -78.509995
Los símbolos activan, en nuestro cerebro, respuestas básicas

El territorio en el mundo animal es algo que tiene que ser asociado a un símbolo. Los pájaros marcan su territorio con un canto. Si nosotros generamos ese canto y lo reproducimos en un bosque automáticamente asociamos a ese canto un territorio. Pero aun hay más, si el canto que nosotros generamos es lo suficientemente rico y complejo, los demás pájaros ni siquiera se atreverán a desafiarnos porque habrán intuido la superioridad de ese individuo.
Deleuze y Guattari le dedican a este tema un capítulo en su libro Mil Mesetas. Obviamente es de muchísimo interés para la biología.
Video de un pez que traza mandalas en el suelo del océano para atraer a la hembra. La hembra solo se fijará en aquellos círculos complejos y simétricos. Un ejemplo más de que los símbolos tienen poder en la naturaleza al delimitar territorios

Sin ir muy lejos, podemos ver en la manía de los perros de marcar con orín su territorio, que es simpático en el caso de perros domésticos que no tienen ninguna necesidad de ello, como tampoco de proteger su comida cuando están comiendo, cómo los circuitos neuronales están trabajando. Los animales nacemos con la mayor parte de nuestro cerebro en blanco. Un cerebro que se irá llenando de memoria a medida que las neuronas van estableciendo conexiones. Lo cierto es que nosotros nacemos con una serie de neuronas que van a estar conectadas de antemano, antes incluso de haber tenido experiencias que hayan conformado esas redes neuronales que "graban" los recuerdos. Son las redes neuronales de los reflejos y del instinto.
Los símbolos apelan a redes neuronales que se han formado en cada uno de nosotros. Vemos símbolos y automáticamente todos tenemos la misma respuesta. Por ese motivo, tocar los símbolos es tan delicado.

La chacana, una escalera hacia lo más elevado

En la región Andina existe un símbolo, la Chacana, que es un gráfico que simboliza los principios por los que se rige la sociedad. Se cree que este símbolo tiene una antigüedad de 4000 años. Parece algo primitivo pero nosotros, en nuestro mundo occidental, también utilizamos este tipo de grafos simbólicos: la división de la política en derecha-izquierda, autoritarismo-liberalismo.
La chacana es un gráfico andino que sirve para enmarcar el pensamiento dual: masculino-femenino, cielo-tierra. Representa la Cruz del Sur, una constelación de estrellas que el 3 de mayo adoptan la forma de una cruz perfecta. Este día marca el inicio del calendario indígena. Fuente
Pasear por el centro histórico de Quito es un placer. Sorprende que, habiendo sido levantado por indígenas y esclavos, la factura sea tan occidental y española. La base del primer monasterio de la ciudad, el de San Francisco, levantado en 1540, son piedras de un templo anterior. Los españoles rebajaron el ángulo del muro y lo tallaron para simular una factura de construcción europea. Sin embargo, aquellos artesanos indígenas lograron plasmar algo de ellos mismos en aquellos espacios en los que tuvieron cierta libertad. Algo similar sucedía en Europa, en donde los maestros artesanos tallaban las figuras de los coros mayores y los oficiales tallaban el coro menor y aprovechaban la menor exposición de su trabajo para hacer figuras satíricas como personajes metiéndose un dedo en la nariz. Aquí, en Quito, también existía ese espíritu de resistencia.

En la portada de una de las puertas del monasterio del Carmen Bajo, el artista tuvo que tallar una corona europea. Se nota a primera vista que no tenía mucha idea de cómo era una corona y que alguien, posiblemente un fraile o un cura español le hizo un boceto de como era una corona. Pues bien, el artesano talló una corona, con los piquitos, tal como vemos en la primera foto de esta entrada, sin embargo, la decoración es puramente indígena, es más, en la base de la corona introdujo dos elementos reales andinos: el Sol y la Chacana.
Detalle de la corona de la portada del monasterio del Carmen Bajo. El sol y la chacana.
A los extranjeros la Chacana no nos dice nada. A los locales, a aquellos que tienen sangre indígena en sus venas, símbolos como éste, despiertan y evocan una variedad de emociones. Es lo ancestral, algo que los conforma, que está ahí y que ha sido mil veces negado. Negar lo que se ama... que contradicción tan grande y que fuente de problemas. Y a pesar de todo, cuando se tiene que plasmar un símbolo andino ahí está la Chacana, resistiendo, buscando su lugar en pleno S.XXI. Este símbolo pervive porque perviven ese 20% de indígenas que tiene el Ecuador y porque la mayoría de sus habitantes mestizos tienen sus genes y su herencia, y porque hay un dolor pendiente, un dolor que necesita cura. No pasará mucho tiempo hasta que este símbolo consiga estar presente en el escudo nacional, un escudo de tipo europeo y criollo. El día que los símbolos indígenas estén incorporados al poder se irá cerrando la herida. Lo indígena saldrá de la cultura de la opresión y la resistencia para aportar en la construcción de una realidad que irá más allá de lo nacional ecuatoriano para ser andino y participar así en la construcción de una patria más grande. Como decía Carl Sagan, el progreso consiste en que la palabra nosotros es cada vez más grande y abarca a más personas.

 El barroco quiteño es un estilo própio y único en el mundo

Ayer, viernes, después de publicar esta entrada, por la noche, fuimos a un concierto de la Sinfónica del Ecuador en la Iglesia de la Compañía de Jesús. De repente me di cuenta ¡La iglesia de la Compañía de Quito estaba llena de chacanas y de soles!

La chacana es parte importante de una de las grecas que se repiten en todo el interior de la iglesia de la compañía
 Pasear por el centro histórico de Quito es percibir el dolor y el goce. El dolor de una ciudad española en los Andes, construida por indígenas en donde se borró cualquier recuerdo de su cultura anterior, de la cultura de cuando ellos eran ciudadanos de primera. Goce también, el de los artistas quiteños que descubren, con los invasores y ahora nuevos amos, un sinfín de nuevas técnicas de construcción y de artes plásticas. No eran artistas reproduciendo un modelo ya predefinido. Eran artistas deslumbrados por las nuevas posibilidades. Es un sentimiento que se percibe en todo el centro histórico. Construir hermosas iglesias que ya no son barrocas sino quiteñas. Introducir los símbolos, y la estética indígena en los resquicios de la obra, como los judíos que introducen sus papeles entre las grietas de lo que queda del antiguo templo. Voluntad de persistir en el tiempo. Eso es lo que hace a Quito grande. Una ciudad a la que se le laminaron su símbolos y pocos años después los reproducía insistentemente en los nuevos monumentos.

Incluso las estrellas de 8 puntas rememoran a la chacana. En su interior flores que parecen soles. No es casualidad que este estilo quiteño tenga semejanzas con el único estilo arquitectónico nacido en la península ibérica, el mudejar, que también es un estilo mestizo: musulmanes conversos construyendo catedrales cristianas.
En la iglesia desacralizada del Museo de la Ciudad también se puede observar una chacana

Última Cena, Recoleta de San Diego, Quito
En Quito se pueden ver dos cuadros con un cuy en vez de cordero en la Última Cena, en la Recoleta de San Diego, y en la Catedral Metropolitana
Última Cena, Catedral Metropolitana de Quito.

Para saber más:

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